Porqué las grandes compañías “torean” a los clientes insatisfechos hasta el final

Siempre me he preguntado porqué las grandes compañías nunca hacen caso a los clientes a la primera cuando éstos reclaman lo que es justo. Porqué los marean tanto -hasta el agotamiento- en los Servicios de Atención al Cliente (SACs), y al final -en la mayoría de los casos- ni siquiera les dan la razón hasta que éstos no interponen una reclamación en regla y fundamentada jurídicamente o bien acuden a los tribunales.

Personalmente, la respuesta a estas preguntas siempre la he tenido clarísima por pura intuición.

Sin embargo, tras rescatar un estudio del Instituto Nacional de Consumo (INC) del año 2006 (ya podrían hacer un estudio cada año) en relación a la Satisfacción de los Consumidores Españoles, mi intuición se transforma en empírica.

Según dicho estudio, en torno a una media global de un 10% (en algunos sectores muy superior, pero tomamos el 10% como media) de los clientes ha tenido o tiene problemas con el servicio prestado por las grandes compañías.

De ese porcentaje, aproximadamente una media global de un 75% reclama.

Y dichas reclamaciones, en su conjunto, se canalizan de la siguiente manera:

El 76,08% de las reclamaciones, a través de los servicios de atención al cliente (SACs).
– El 2,83%, a través de los cauces establecidos en las organizaciones de consumidores.
– El 2,76%, en las Oficinas Municipales de Información a los Consumidores,
habilitadas a tales efectos en las Corporaciones Locales.
El 1,3% interponen demandas ante los juzgados.
– El 1,0% se dirigen a las dependencias existentes en las Comunidades
Autónomas.
– El 0,96%, a los medios de comunicación.
– El 14,9%, ante otras instituciones.

Es decir, si de cada millón de clientes cien mil han tenido problemas, y de esos cien mil, setenta y cinco mil reclaman, y de esos setenta y cinco mil, cincuenta y siete mil lo hacen a los SACs, no hace falta ser muy listo para darse cuenta de lo rentable que es la táctica del “toreo” del cliente en dichos SACs, pues el gran problemón que supone para cualquier entidad la existencia de una gran bolsa de 57.000 reclamantes por cada millón de clientes, queda reducido -con esa política- a una llevadera y anecdótica bolsita de tan sólo 1.300 problemillas por millón.

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